ELANOR
Mónica
y Laura, han quedado para ver la Hermandad de San Benito junto al
monumento de Santa Ángela de la Cruz, donde les han contado que allí
hacen una especial parada como señal de respeto a la Santa
mediante una maravillosa “chicotá”
Ellas
esperan expectantes a que llegue el momento, se han arreglado para la
ocasión tal y como es costumbre en estos días tan especiales...
Todo
se hace silencio cuando el enorme trono se gira al compás de una
hermosa marcha haciendo las delicias del publico, que una vez
consumado rompen al unisono en un fervoroso aplauso.
Una
vez pasado tan sublime momento las gentes empezaban a dirigirse a
distintos puntos a seguir viendo el resto de las Hermandades del
Martes Santo, fue entonces cuando se percataron de como una niña le
preguntó a su madre – porque aplaude ese hombre? si está ciego,
no ha visto nada.
A lo
que su madre le contestó – mira, te voy a contar una historia que
te hará entender y a la misma vez contestara a tu pregunta...
Mónica
y Laura, intrigadas, se mantuvieron atentas al relato:
EL COLOR DE SU MIRADA
No
necesitaba leer en un calendario que había entrado la primavera.
Sólo tenía que sentarse bajo el viejo árbol del parque y esperar
percibir los primeros sonidos de sus pasos acercándose...era un
ritual que en cada estación practicaba desde que aprendió a
escuchar agudizando sus sentidos.
La
suave brisa, a cada instante más cálida, era la portadora de tales
prodigios. Con susurros, casi imperceptibles, le hacía llegar el
lento despertar de la hierba...
El
brote repentino y a veces prematuro del azahar en los naranjos le
anunciaba la proximidad de sublimes momentos cargados todos ellos de
entrega, pasión y abandono...
Desde
su aletargada visión, siempre de negro, los recuerdos afloraban
incrementando su deseo de encontrarse, otra vez, en la Catedral,
sentado en su rinconcito, para él privilegiado, desde el que podía
escuchar la sonoridad solemne del silencio. Sin duda para él, uno
del los momentos más grandes se hallaba en la madrugada del Viernes
Santo, cuando hace su entrada Nuestro padre Jesús del Gran Poder,
toda la masa humana que allí se encuentra enmudece...
Sus
oídos, desplegados como antenas al vacío, recogen el compás que
marca sobre el suelo la Cruz de Guía...
Los
penitentes, todos acompasados, se deslizan en un son monótono y
mantenido...
El
silencioso goteo que derraman los cirios en forma de aceradas
lágrimas, la agitada respiración de los presentes y algún que otro
sollozo acompañado de fervorosas oraciones hiladas con los más
tenues suspiros...
Los
costaleros, portando el que ha sido, es y será "canon" de todos los
pasos de la ciudad, se transforman en un solo hombre que con su gran
y majestuosa zancada (resuelta con magistral firmeza) le otorgan sus
pies al Señor de Sevilla...”Él camina firme, seguro, sobre el
frío suelo. Porta sobre sus hombros el peso del mundo...nuestras
miserias...nuestros miedos... nuestra humanidad”...
Todo
se mezcla creando un sonoro calidoscopio a través del cual percibe
el mundo en un cóctel de múltiples sentidos, cada perfume, cada
roce, cada nota, alimenta y suple la ausencia “de el color en su
mirada”
Esperamos que el relato os hay gustado tanto como a ellas y que
restéis pasando unas muy felices vacaciones de Semana Santa.
Recordad
que si no dejáis comentarios no podremos saberlo. Besosssssss.
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